¿Por qué no comemos bien?

A estas alturas casi todos sabemos ya cuáles son los buenos y los malos de la película. Debería ser fácil aplicarnos el cuento para incrementar el consumo de “alimentos buenos” y reducir el consumo de aquellos que nos perjudican. Sin embargo, las estadísticas nos dicen que la mayor parte de la gente, incluso aquellos que tienen un poder adquisitivo que les permite elegir el tipo de alimentación que quieren llevar, no tiene una dieta adecuada. Nuestras excusas favoritas para ello son la costumbre, el desconocimiento y la comodidad.

Una alimentación sana, equilibrada y variada depende de las necesidades de cada persona, de su edad, sexo, hábitos de vida, ejercicio físico, el contexto cultural y los alimentos disponibles localmente. No obstante, los principios básicos de la alimentación saludable son siempre sencillos.

Un adulto que quiere tener una alimentación sana debería:

  • Comer frutas, verduras, legumbres (por ejemplo, lentejas, judías), frutos secos y cereales integrales (por ejemplo, maíz, mijo, avena, trigo o arroz integral no procesados). Un adulto debería consumir al menos 400 g (5 porciones) de frutas y hortalizas al día. Las patatas (papas), batatas (camote, boniato), la mandioca (yuca) y otros tubérculos feculentos.
  • Limitar el consumo de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta calórica total, unos 50 gramos, 12 cucharaditas rasas, al día y sería aun más recomendable reducir su consumo a 25 gramos , 6 cucharaditas, de la ingesta calórica total
  • Limitar el consumo de sal a menos de 5 gramos al día (aproximadamente una cucharadita de café) y consumir sal yodada.
  • Disminuir el consumo de grasa al 30% de la ingesta calórica diaria. Las grasas no saturadas que se encuentran en el aceite de pescado, los aguacates, los frutos secos, son preferibles a las grasas saturadas como las de la carne grasa, la mantequilla, la nata, el queso, etc. Las peores son las grasas industriales que se encuentran en la comida rápida, los aperitivos, los alimentos fritos, las pizzas congeladas, los pasteles, las galletas, las margarinas y las pastas para untar.

Las reglas son sencillas, el secreto está en cambiar nuestros hábitos, un pequeño cambio puede traer mucho beneficios a nuestra salud, no dejemos que la costumbre estropee nuestra salud.